La mayoría de las personas saben que los tiburones tienen un montón de “filas” de dientes. En algún momento de nuestras vidas hemos visto películas de suspenso de tiburones, o documentales espectaculares de como viven los tiburones en el fondo del mar, en la calle nos hemos topado personas con collares de dientes de tiburón y algunos hemos tenido la dicha de ver una mandíbula de tiburón con miles de dientes. Pero, en el momento que le estás lavando los dientes a tu hijo, y te encuentras un diente por atrás del diente temporal entras en shock y lo único que puedes pensar es que tu hijo se está convirtiendo en tiburón.
Esta es la historia de Antonio. Mientas yo cenaba en la casa con mi esposo sonó el teléfono, en las noches normalmente no me llaman, y contesté asustada y resultó que eran los papás de Antonio. Yo no conocía a Antonio pero los papás me llamaron porque un amigo de ellos era mi primo y les dió mi contacto.
Ellos me contaron que mientras le estaban lavando los dientes a Antonio antes de irse a dormir, se encontraron dos dientes atrás de los dientes temporales y esos dientes temporales no estaban flojos. Ellos eran papás primerizos y estaban asustados, ya me habían enviado dos fotos por WhatsApp de diferentes ángulos para poder verlos mejor.
Cuando esto sucede yo les explico a los papás que es una situación que se presenta en muchos niños y que no deben de alarmarse, ya que con el simple hecho de remover los dientes temporales los dientes permanentes buscan su lugar y todo vuelve a la normalidad. Los papás de Antonio entraron en shock con solo pensar que su hijo iba a tener que pasar por “dormir un diente”; me comentaron que ellos llevaban seis años de asistir al odontopediatra en Estados Unidos donde vivían antes, para que él no tuviera que sufrir nada. En ese momento les dije que esto es algo que ningún odontopediatra podía prevenir, y que lo mejor sería que asistieran a una cita el día siguiente para poder hablar bien con ellos y explicarles la situación después de valorar bien los dientes de su hijo y no sólo por imágenes.
El día siguiente llegaron a la cita, pude observa que los dientes permanentes ya estaban saliendo, y que si era necesario removerlos porque ya estaban casi completamente afuera. Les dije a los papás que si teníamos que poner “hormiguitas dormilonas” para realizar el procedimiento y ellos estaban muy nerviosos. Mientras Antonio jugaba los logré tranquilizar y empezamos a trabajar.
Antonio, aunque era la primera vez que venía al consultorio, ya estaba acostumbrado de ir al odontopediatra y se acostó en la silla mágica, escogió su película y abrió la boca.
-Dani: “Antonio, vamos a tener que poner a bailar tus dientes, para que estén bien flojos y podamos sacarlos para que le den campo a los nuevos dientes.”
-Antonio: “¿En serio? ¡Qué emoción! Ya me voy a convertir en grande como mis otros amigos.
-Dani: “¡Si! Y vas a tener que escoger una medalla o un ratoncito para que te los llevés a tu casa.
-Antonio: “¡Super! ¡Empezá ya!
Empezamos el procedimiento, le explicamos a Antonio que teníamos que poner las “hormiguitas dormilonas”, se portó súper bien y los papás estaban muy orgullosos de su hijo. Los niños normalmente son muy valientes y nos sorprenden.
-Antonio: “Dani creo que no sólo el diente bailó, también siento mi labio flojo, lo siento cómo si estuviera bailando.”
-Dani: “Cómo te explique antes esas “hormiguitas dormilonas” dejan sensaciones divertidas, pero ahorita se pasa. ¿Querés verte sin dientes?”
-Antonio: “¡Sí! Estoy emocionado que ya no tengo esos dientes de bebé, aunque por un momento me quise convertir en tiburón pero ya volví a la vida real.”
Antonio se levantó de la silla orgulloso de como se había portado, se llevó sus dos dientes dentro de una medalla con forma de diente, sus padres no cabían de la emoción y entendieron que no había nada que hacer para prevenir lo que le había pasado a su hijo, que su pequeño tiburón era más valiente y fuerte de lo que pensaban y salieron los tres felices de la clínica.